viernes, 18 de abril de 2014

Sentencia previa - Marcela Guttilla




Él se le había parado enfrente, casi pecho a pecho, con la mirada altiva, sin inclinar el mentón, la pera sobre su ceño, implacable la mirada, sin gesto ni expresión. Seguro de sí mismo y de su billetera, amedrentando a la que era su mejor empleada, ante sus compañeros expuso “su verdad”, llevado de calumnias quién sabe de qué bocas, aquellas que la envidia no conoce piedad. Le dijo con dureza:
-No hubiera imaginado, ni hubiera presumido, que una cosa así viniera de usted niña, que en esta empresa a mí me costó llegar arriba, y no voy a permitir romances de pasillos, entre los empleados que lamen mi  bolsillo. Aclaro no me importa cuáles son las razones por las cuales usted ande detrás de pantalones, sólo que ésta sin dudas, es “Mi Empresa”, y sáquese esos aires de diva de la cabeza, no vaya ser que un día se encuentre en la calle, vacíos los bolsillos, y en la mano un telegrama, que apenas si le den a usted la puerta para salir a vuelo de pájaro sin nido. Advierta señorita que mucho he contenido, el que era mi lenguaje en tiempos de juventud, pero es necesario, sin duda a usted decirle, si me permite, al oído… (-nos vemos en el café, y lo damos al olvido!).
La acosó al oído sin perder un minuto, y como uno más aprovechó la situación, para hincar el diente a aquella señorita, el señor muy prudente y de mucha dignidad. Ella miró esos ojos, que sin querer sonreían, sarcástico el hombre, como no había muchos, lo miró con desprecio y se apartó de él. En ese mismo instante, llevado por la ira, su jefe la miró y levantó el dedo, mostrándole la puerta pidió que se marchara, y le dio la segunda sorpresa de la tarde: el lance acosador y despedida ingrata.
Se sintió desplazada por ese dedo que, sin juicio ni palabras, la puerta señalaba. Privada su defensa de grandes impiedades, jugados su destino, su honor y su imagen, de pie y sin moverse, pronunció este relato:
-En mi vida, hay tres Valores que no son negociables: mi Fe, mi Dignidad y mis Afectos. Esta es la trenza que voy entretejiendo a medida que va surgiendo cada situación, cada paso en el camino. No es fácil encontrar un equilibrio, a veces esa trenza se afloja en un extremo, se tensa en el otro, y para colmo yo, ni astuta ni atenta, suelo descuidarla, y a veces se enreda. La amarro firmemente, la tomo, la entrecruzo, y puedo ver que cuando sostengo a una, las otras se acomodan, se amoldan, se adaptan, y así puedo experimentar lo bella que puede ser la vida en armonía, de una trenza bien armada, con lucha y sacrificio: los hilos conductores que enlazan mis acciones, la trenza de mi vida: mi Escala de Valores.
Y sin mediar más palabras, se fueron sus tacones. (Es que una persona justa, no acepta Sentencia Previa, de quien con tirana soberbia, se erige como juez).


Acerca de la autora:  Marcela Guttilla

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