viernes, 7 de febrero de 2014

Letras y argucias – Héctor Ranea


Mike Writer tomó una palabra, la adelantó y esperó que el visor del otro lado hiciera la movida. Y ésta no se hizo esperar. No fue un adjetivo sino un verbo, con lo que el otro amenazaba con dejarlo sin posibilidad de dominar el centro de la frase. Es que el otro era un púgil muy avezado y un ajedrecista de las letras que lo convertía en el mayor general de todos los tiempos. Sin embargo, Mike se centró en su jugada, que iba más allá del simple verbo, y al poner un pronombre neutralizó la acción, pasándola a subordinada; eso empalideció al otro. Hubo una especie de silencio en el que sólo se escuchaba el tableteo de los dedos en el teclado.
El otro se levantó para mirar desde otra perspectiva el campo que Mike estaba armando y supuso que él tendría que evitar una de dos: o que el verbo importante finalmente quedara para el escritor o que la subordinada tomase control de todo el tablero. Se decidió por esto último. Prefería perder esa batalla para ganarle la guerra al orgulloso Mike.
En un largo momento en que el silencio exigido parecía una lluvia mecánica, el visor comenzó a dudar de su estratagema. Vio que Mike acercó el participio final, que cerró en el centro una frase imponente, deslumbrante, que le dejó sin posibilidad alguna de vencer la contienda. Así, luego de unas horas de lucha, Mike pudo escribir su crónica de unas letras que no le valió, sin embargo, ningún elogio, salvo un momentáneo apagón en su monitor, que él interpretó como un guiño del visor.

El autor:
Héctor Ranea

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