viernes, 14 de septiembre de 2012

Inmaduro - Fernando Andrés Puga


–¡Tomatelás, nene! Andate a tu cuarto y cerrá bien. ¿Okey? ¡Y pará de llorar de una vez, maricón!... ¿Qué estás esperando? ¡Dale! ¡Andate de una vez, querés!
No me fui. Me quedé detrás de la puerta cuidando de no hacer ruido. Del otro lado seguían los golpes.
Cuando el silencio llegó, entreabrí con cautela y me asomé.
Aquel hombre yacía boca abajo. Ella le había clavado un cuchillo en la garganta y la sangre fluía incontenible. De pie, lo veía morir sin perturbarse. Corrí y no me detuve hasta caer exhausto en el banco de una plaza. Me recogió una camioneta que tenía los vidrios polarizados. Lo recuerdo. No supe por dónde me llevaban.
Con el tiempo, lo que vi se tornó confuso; se mezcló con lo que creí haber visto, con lo que me dijeron que pasó, con imágenes de películas, con noticias policiales. Tal vez lo que aquí cuento no sea del todo cierto.
Ya no tengo ocho años, pero sigo sin entender. Dicen que me desmayo cuando veo sangre. Es posible. Será por eso que prefiero hacer mis trabajitos con un rifle y desde lejos. ¿O será porque tengo buena puntería?


Sobre el autor: Fernando Andrés Puga

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