—¡Señor! Si hasta el ataúd tiene una forma extraña. No creo en cuentos chinos si no los veo.
—Déjate de absurdidades —le contestó Marta, la única experta en jeroglíficos— y deja que nos la llevamos y analicemos el contenido.
—El contenido y el continente. —Julius vomitó un poco de saliva, doblado sobre sí mismo.
—¿Estás bien? —preguntó la arqueóloga, amiga de la niñez.
—De maravilla. —Se puso tan derecho que ni las estatuas del patio de los dragones podían asustarlo. Tuvo la firme resolución de encontrar a toda costa lo que había ido a buscar, además de la momia.
—¿Y eso es? —Catherina intentaba arduamente leerle la mente; los ayudantes trabajaban fuera.
Marta no entendía nada. Sólo pensó, cuando lo vio adentrarse por los pasadizos, que el doctor estaba loco.
La historia se remonta a unos siglos atrás, cuando un grupo de sacerdotes encerró en una cámara del hipogeo una moneda.
—Te digo que nuestro rey viene de las estrellas.
—Pues yo te digo que no y para demostrarlo queda esa moneda aquí. Quien consiga abrir la puerta será un dios.
—Un dios con mayúsculas —dijo la momia—, pero yo aquí dejo mi cuerpo, nada más.
Acerca de la autora: Raquel Sequeiro
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