jueves, 16 de mayo de 2013

Escuadrones de naves — Cristian Cano


Bajamos por la ladera mientras la ciudad se incendia a nuestras espaldas. En la última batalla por Mithras nos superaron en número. Los drones aparecieron por la noche y fue un desastre. Ahora, la ciudad cae irremediablemente. Cuando detenemos la marcha y retomamos el aliento, a lo lejos vemos el intenso combate. ¡Santo dios! La caída de Mithras. Un zumbido obtuso nos sorprende y desconcierta. Corremos: los escuadrones de naves pasan rasantes por el suelo levantando polvo. La lluvia láser arrasa a los rezagados mientras recuerdo a mi madre atrapada en el refugio. Los escuadrones se elevan y retoman altura a lo lejos. ¡Dios! Mis hombres, ¿en dónde están? El humo de la tierra caliente se dispersa y los veo, allí están, pidiendo socorro a gritos. Me escondo debajo de una gran roca y me tapo los ojos. Nos están matando sin piedad. De un momento a otro el susurro de las intimidantes orugas mecánicas me estremece el cuerpo. La tierra se mueve. Mis soldados me iran y no puedo hacer nada. Una melodía triste me cierra el pecho justo cuando un tanque cae estrepitosamente a mi lado. Están disparando a matar. Veo las explosiones en la ciudad y no lo puedo creer. De repente, me falta la voz y mis ojos intentan entreabrirse. Me tiemblan las manos de la impotencia. Un hilo de oxígeno me salva la vida cuando los veo. Allí están, corren hacia mí con toda la furia. Los gritos de revancha y el ulular de las espadas en la atmósfera húmeda me erizan la piel. La guardia real, blandiendo sus estoques láser, viene a rescatarme. Los escuadrones de naves vuelven a pasar aniquilando todo, pero ellos no se rinden. Levantan las espadas y gritan más y más fuerte: ¡Defiendan la ciudad!

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