sábado, 10 de noviembre de 2012

Desde Casiopea – Héctor Ranea


Cuánto había soñado con llegar ahí, algún día. Durante los últimos años toda mi energía había estado dedicada a esa meta. Finalmente, me eligieron para integrar el equipo de exploración de un planeta que giraba en torno a una vecina amarilla clase G. Para eso me había formado en física, matemática, letras, agronomía exoplanetaria, en clima de mundos extraños. Era, como se suele decir, la pieza imprescindible del conjunto.
Nos embarcaron a los dos, y a todos los otros, una fresca mañana después de ponernos en el sistema de frascos hipnos que yo había contribuido a desarrollar. Era como estar en casa. El viaje tardaría varias generaciones de personas en nuestro planeta, pero para nosotros solo sería un sueño largo, oscuro y veloz. La nave era un eximio robot probado en el espacio durante lapsos prolongados, de modo que todo estaba bajo control.
Al llegar al tercer planeta de la estrella G, el hipnos nos despertó del profundo sueño. Él me miró con algo de vergüenza, típico de los que han compartido la pileta colectiva de líquidos de mantenimiento orgánico, pero comprobé que algo en mí no estaba totalmente bien. Tenía unas náuseas extrañas. La nave me respondió telepáticamente a la pregunta que le hice con un enigmático: “Hay otro en ti”. Comprobé, al bajar a la Tierra, que mi compañero me había dejado embarazada mientras dormíamos. Maldita sexsomnia.

Sobre el autor: Héctor Ranea

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