viernes, 25 de mayo de 2012

Abuso – Héctor Ranea


—El poeta por la puerta hambrienta muere —dice Lonzalo Berretti, un buen amigo que cuando quiere se emborracha, como ahora— y un puente es cansado su andar lozano —sigue— por el tálamo antes de decaer su pica que ha usado para animar lo que parecía inanimado. Pálido, animado, fumando su honradez en el costado angosto del amor, apabullado por la minuciosa etérea noche que le derrama sus lustres al oído, dejando sin embargo un cálido sonido en la hueca mano de una doncella que se adormenta a medida que él progresa en su poema escribiéndolo en la piel, como el dedo de un dios genera rayos de su ira, así en tórridos veranos el poeta convierte sus peores inviernos de la hoja vacía de su laptop ¡clac!. Y así la noche y la piel juvenil y el pálido hueco de la mirada y el sutil regazo donde nace el placer y la noche y la puerta y la pirueta, el poeta nació mientras moría en sus brazos aquella muerte placentera de amar en sueños a la mujer soñada.
—¿No te parece exagerado? —le contesté—. Usaste alegorías, aliteración (o paranomasia), anáfora, antítesis, comparación, elipsis, epíteto, eufemismo, hipérbaton, hipérbole, ironía, metáfora, metonimia, onomatopeya, paradoja, paralelismo —algo exagero—, personificación, polisíndeton, prosopografía, prosopopeya, retrato, símil, sinécdoque, sinestesia, si no me olvido de alguna otra. Perdoname que te lo diga así, pero ¡para mí es un abuso!
—Para mí fue un abuso que ella estuviera dormida.

Acerca del autor:
Héctor Ranea

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