lunes, 23 de abril de 2012

Ni olvido… - Fernando Andrés Puga


Descolgó la ropa; estaba a punto de largarse a llover. La dejó en el cesto. ¿Alguien la planchará alguna vez?, se preguntó. Bajo el techito del lavadero, no olvidó dejar alimento para el gato en la vieja lata de dulce de membrillo y sin poder evitarlo, olió las aromáticas que ella había plantado en la vieja maceta de cemento poco antes de desaparecer. Luego puso llave y candado a la puerta de la azotea y bajó la escalera. Ya en la cocina, cerró el gas y se aseguró de que todos los aparatos quedaran desenchufados. Las viejas persianas del patio fueron trabadas con cuidado; también la ventana que da a la calle y la puerta del pasillo. Se detuvo un instante en el centro del living y miró a su alrededor, pensando si faltaba algo. ¡Ah, sí! El agua. ¿Por qué no cerrar la llave de paso? Quién sabe cuándo volverá a abrirse una canilla… Muy bien; parece que está todo listo. La casa ya podrá descansar y curar sus heridas, pensó para sí. Se inclinó, asió la valija, que no era pesada, y salió a la calle. Desde la cornisa resquebrajada, un maullido le recordó que tenía un lugar al que volver cuando por fin la encontrara. Afuera, la lluvia y algún rayo de sol en el poniente. Hacia allá se dirigieron sus pasos.

Acerca del autor: Fernando Puga

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