lunes, 17 de enero de 2011

Marzo Postnuclear - José A. García González


Un fino polvillo, remedo de lluvias pasadas, caía de nubes gastadas; el frío resplandor de unas pocas estrellas decorando el cielo, llenaba las hojas del calendario en el final de aquel inhóspito mes de marzo.

Allí, en lo bajo, sonido alguno nacía en las casas abandonadas, en las calles inundadas, en la ciudad desolada cubierta de moho y misterio. Palabra alguna se pronunciaba, ningún fantasma agitaba sus oxidadas cadenas reclamando atención.

Todo era el silencio y la nada.

Invierno permanente, antinatural, provocado por quien ya no existe; primavera exiliada en lo profundo del sueño. Vida latente. Muerte perpetúa. Olvido sempiterno. Cuando terminó de llover fuego del cielo apareció el polvo. Y algún día el polvo se acabará, también.

O no.

Lo que vendrá, después, es ignorado.

El tiempo se torna incontable, invisible, incuestionable, sin nadie que lo cercene, lo encajone, lo desmenuce porque no lo comprende.

El antiguo marzo no es más que olvido, no caen las hojas de los árboles muertos, no clama el viento entre las ramas secas. Nada ocurre.

Nada.

Ni del sol ni de la luna nacen mareas y vientos. De la tierra no nacen cálidos hálitos de fuegos internos. Las aguas están tiesas, no se agitan allí donde nada hay para humedecer.

Silencio.

El mundo está vacío. Al mundo lo han vaciado. La vida ha muerto. El hombre se ha consumido. Nada respira. Nada existe.

O sí.



Tomado de http://proyectoazucar.blogspot.com/

1 comentario:

El Titán dijo...

impresionante texto, como siempre...