sábado, 26 de diciembre de 2009

El pequeño enigma - Antonio J. Cebrián



—¿Ha dicho algo más? —preguntó el capitán mientras entraba al laboratorio.
—Sí, aquí lo tengo —dijo el ingeniero—. Ha dicho “Hualp”.
—Bien, con todo lo que ha dicho hasta ahora, la frase queda así: “Urrlka relk talma fsí undda kora kantia Hualp” —leyó el capitán en la pantalla—. ¿Tiene idea de lo que puede significar?
—Estamos analizándola con el más potente de los sistemas, pero es complicado, sin una sola palabra repetida ni referencias externas.
—Y sobre la criatura, ¿qué han averiguado?
—Nada nuevo. Sabemos que es un ente biomecánico con un cerebro activo y un metabolismo muy lento. Tiene escasa movilidad y reacciona torpemente a los estímulos externos.
—¿Está solo?
—Por el momento sí —respondió el ingeniero—. Todos los individuos de otras especies huyeron cuando nos aproximamos.
—“Teko” —gimió el pequeño ser.
—¿Ha oído? No para de hablar pero lo hace muy lentamente. Quizá se trate de un deficiente con alguna limitación mental.
—¿Han probado alguna comunicación no verbal? Luz, ondas de radio…
—No creo que sirva de nada hasta que no termine la frase y podamos traducirla. Lo único que hacemos es agobiarlo.
—“Fsikie” —dijo, casi risueño el marcianito.
Alguien entró con una pequeña lámina electrónica y se la mostró al ingeniero.
—¡Han traducido la primera palabra! —dijo este.
—¿Y bien? —preguntó expectante el capitán.
—Significa… “diez”.
El rostro del capitán se puso lívido y exclamó:
—¡Usted y sus hombres son un hatajo de imbéciles incompetentes!
—Creo que tengo que darle la razón —respondió el ingeniero.
El “marciano” articuló la primera sílaba de la undécima palabra. Aquella que jamás terminaría de pronunciar.

Biografía: Antonio J. Cebrián

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