sábado, 3 de octubre de 2009

El argumento - Cristian Mitelman



Desde el café veo que dos hombres se aproximan hablando casi con indiferencia. A medida que vienen, noto que la conversación entra en la esfera de lo animoso. Antes de llegar a la esquina se separan. Uno de ellos prosigue su derrotero. El otro, en cambio, se cruza al edificio que está enfrente. Luego lo veo salir al balcón (tengo buena vista para estas cosas) y allí mismo se descerraja un tiro en la sien.
Al otro día, encuentro al hombre de ayer hablando con un nuevo acompañante. Lo que parecía cordialidad termina en ofuscación, odio. El nuevo ingresa en otro departamento. Ocurre lo inevitable: sale al balcón y se arroja al vacío.
Creo que es hora de hablar con el responsable de estas muertes. Lo espero en el café. Apenas lo veo, salgo a la calle. Lo increpo. Tolera mis recriminaciones. Enseguida, serenamente, expresa sus motivos. Replico. Vuelve a esgrimir argumentos y, para ser franco, debo admitir la solidez de sus palabras. Sigue hablando y me hundo en la trama de las ideas. Tal vez tenga razón. Tal vez siempre haya tenido razón. Titubeo. No tardo en sentir el peso de las evidencias.
Voy a casa. Subo las persianas. Salgo al balcón.

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