martes, 29 de septiembre de 2009

Oficina de recepción - Sergio Gaut vel Hartman


Siempre igual, pensó Stein. Ineptitud, incompetencia, torpeza, incapacidad, ignorancia, inexperiencia. Cargó la mochila sobre la espalda, avanzó otro paso y se dedicó a contemplar al aduone que revisaba tarjetas de identidad sin interés.
Cuando por fin llegó su turno, Stein alargó la placa de goldina y esperó confiado el mordisco del detector. Pero el mordisco no se dejó oír; en cambio lo sobresaltó la voz atiplada del aduone:
—¿Salió de Terra en 2137?
—Sí. ¿Qué tiene de raro?
—Son 295 años. ¿Le parece poco?
—Una enormidad. Artamor está muy lejos. ¿Le molestaría agilizar el trámite? Estoy ansioso por pisar las calles de mi ciudad.
—¿Su ciudad? —La voz del aduone subió una octava. Ahora era un chillido—. ¿Se anima a seguir llamándola su ciudad después de haberla dejado hace tres siglos?
—¿Acaso se supone que debía viajar treinta parsecs para cambiarle los pañales?
—No tenemos un servicio para gente como usted —dijo el aduone dando un giro de ciento ochenta grados a la discusión.
—No necesito servicios. Y no sé de qué servicios se trata. Sólo deseo que marque mi tarjeta y me permita seguir adelante. ¿Es mucho pedir?
—Sí —dijo el aduone—. Es mucho pedir. —Y luego de una breve pausa agregó: —Usted es un sujeto peligroso.
Stein dio un instintivo paso atrás al detectar la velada amenaza en la expresión del aduone, desenfundó la pistola termiónica y con un solo movimiento que implicaba rodar sobre sí mismo para protegerse y apuntar, disparó una carga y derritió la cabeza del empleado.
Entonces el espaciopuerto se convirtió en un pandemonio de sirenas y reflectores. Un ejército de aduones se desplazó por las rampas y pasarelas y abrió fuego a discreción. En realidad disparaban sin ton ni son, ya que Stein se había parapetado detrás del mapa galáctico que dominaba la oficina de recepción. Si ningún aduone lo había visto meterse en el teseract a través del ojo perlado de Ocult Spica, estaría a salvo hasta que el revuelo se calmara. Espió y el cuadro lo dejó atónito:
Docenas de aduones idénticos entre sí (e idénticos al recepcionista que había tenido que matar) se afanaban buscándolo. Pero actuaban como hormigas dementes, tropezando unos con otros y ocasionalmente disparando a sus propios compañeros. El resultado era una pila de cadáveres geométricamente creciente.
—¡Es insólito! —exclamó Stein en voz alta—. ¿Cómo han podido involucionar así en sólo tres siglos?
—Hay una explicación —contestó una voz a espaldas de Stein—. Pero si desea conocerla, suelte el arma y quédese quieto. —Stein obedeció, pero no pudo evitar una mirada por sobre el hombro para ratificar o rectificar sus sospechas: Sí, el aduone que lo estaba apuntando era idéntico a todos los otros.
—Son clones de un solo sujeto; eso ya existía en el siglo XXII. Pero no entiendo por qué eligieron a un imbécil.
—Se eligió solo. Una epidemia de conjuntivitis cancerosa asoló el planeta. Hubo un único sobreviviente: un hermafrodita casi idiota que vivía en una cueva, aislado del mundo. Las cuadrillas de robots lo encontraron cuando ya no abrigaban esperanza alguna. Pero fue providencial: un hermafrodita evitaba las complicaciones de la clonación permanente.
—Habría bancos de esperma, de óvulos...
—Se probó todo. La infección se reproducía in vitro. El único inmune era el hermafrodita. Los robots lo despedazaron y usaron literalmente hasta la última célula para reproducir a la Humanidad y mantener Terra en marcha.
—Eso significa —dijo Stein pronunciando las sílabas muy lentamente— que esas hormigas de allá abajo son el resultado de la clonación de células comunes y usted, que me encontró por pura deducción, es hijo de una célula cerebral...
—Se equivoca —dijo el aduone con un matiz de burla en la voz—. Los únicos clones que sirvieron para tareas directivas, es decir, los únicos que tienen suficiente inteligencia como para manejar las cosas importantes del planeta, fueron los que se fabricaron con tejido vaginal.

2 comentarios:

Paloma Zubieta López dijo...

He tenido un ataque de risa gigantesco al descubrir lo que es posible hacer con el tejido vaginal. ¡Gracias, Sergio, por el buen rato! Vaya para allá un fuerte abrazo.

rolando aqui de nuevo dijo...

No sé porque, pero me he quedado pensando en el viejo Asimov