lunes, 24 de agosto de 2009

Consecuencias de la criogenia - Héctor Ranea


-Antes, cuando todo esto de los viajes interestelares recién comenzaba, la cosa tenía más glamour –dijo M’sa.

-Cierto –le contestó Sh’ha –pero viajaban pocos.
-¡Claro! Pero te trataban bien, no esta cortesía falsa y adocenada. Esperá que me acomodo el tubo.
-¿Ves lo que digo? –M’sa estaba enfático. –Están abaratando todo. Ese tubo antes no te hubiera molestado para nada y podrías respirar el plasma sin problemas.
-Bueno, es la idea de todo el sistema turístico. Tampoco se pueden pagar tantos avances tecnológicos con tan poca gente que compre los pasajes.
-¡Sí! ¡Exacto! Lo que pasa es que antes la inyección del tubo te la daban personas, en un ambiente muy cordial acorde con un viaje de mil siglos.
-Claro, concuerdo contigo. El uso de estos robots está despersonalizándolo todo.
-No sólo. A veces hay que rogarles que te inyecten. Si perdés el trazador, no hay caso, nunca más te inyectan.
-Conozco el caso del tío de un amigo, precisamente. Olvidó el trazador en uno de los trasbordos.
-¿Y qué pasó?
-Encontraron lo que se cree que son sus cenizas en el Neptune Holy que iba a Neptuno XIX en Omicron Cyclops.
-Y claro… es largo el viaje.

3 comentarios:

Ogui dijo...

Me gusta el arte que adorna mi cuento!!!!!!!! En general estoy viendo cosas que son una maravilla...

Daniel Frini dijo...

Chas gracias, señor. Un honor buscar arte para usted.

Ogui dijo...

Fue Usted, Daniel?, chasgracias, amigo!