martes, 30 de diciembre de 2008

Fábula medieval - Lilian Elphick


Cronos se desplaza rápidamente cuando oye gritos de ayuda. Se acerca a un agujero excavado en la tierra y mira hacia adentro.
—No puedo salir de aquí —gime Topos—, ayúdame.
Cronos mira su reloj.
—Estoy un poco apurado —dice—, no puedo detenerme.
Topos se impacienta.
—Vamos, un minuto más, un minuto menos, no son gran cosa. Sólo jálame.
—Hmm, esto me recuerda los dichos del viejo Heráclito.
—¿Qué dices?, no te oigo bien. Acércate más.
—Que no puedo permanecer…
Cronos vuelve a consultar su reloj. Se ha detenido. Golpea el vidrio, lo coloca en el oído. No hay ni tic ni tac. Lo remece, le da cuerda, lo desarma. Las diminutas piezas caen al suelo.
—¡Pero qué esperas, léntulo!
Cronos, que ya lo ha perdido todo, introduce la mano al agujero hasta que una fuerza superior a él lo succiona entero.
—Al fin, juntos —dice Topos, satisfecho.
—¿Dónde estoy? —pregunta Cronos.
—Y eso qué importa. Ven, visitaremos a Luz.
Topos y Cronos se van por un atajo.

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