domingo, 9 de noviembre de 2014

El compadre Molina - José Luis Velarde


Antes de venir a verte maté al compadre Molina. No te asustes, dentro de lo que cabe, creo que no padeció. Nada más se le fruncieron los labios y luego se fue de cara sin soltar un pujido. Allí mismo, frente al Estero de las Mojarras, hice un pozo bien hondo y lo enterré amortajado con el suadero de su caballo.
No me veas con esos ojotes de vaca recién parida, al fin y al cabo el difunto ya descansa en paz y a mí no me queda otra que volver con los carrancistas del general Patiño, si me quedo aquí capaz que me fusilan.
Regresé muy contento pensando en el gusto que te iba a dar, pero apenas me acerqué al pueblo me dieron el chisme. Te vieron con el compadre en el río. Qué lástima, más de tres veces me sacó de apuros, no se rajaba nunca con los pesos ni con las armas y menos si se le ponía enfrente una vieja franjolina como tú.
No, no te arrecholes en ese rincón, no te voy a pegar, aunque me gustaría amarrarte al palo del chiquero y que tragaras lo mismo que los puercos, pero ya ves que no. Agarra tus tiliches y lárgate, porque ya no aguanto las ganas de reírme. No porque te vayas, sino por el último favor de mi amigo.
No sé cómo diantres te metiste con él. ¿Recuerdas la llaga que traía el compadre más enconada que un pinolillo? ¿Te acuerdas de sus dolores de cabeza y de lo amolado que estaba por las reúmas?
Qué bueno, porque ahora te va a pasar lo mismo. Mi compadre ya no tenía remedio. Por eso lo ejecuté sin remordimiento. A ver si tú encuentras quién te mate, porque de otro modo tendrás que sufrir los mismos dolores que tuvo Molina.
Todo por culpa de esa pinche enfermedad que pegan las pirujas.

Sobre el autor: José Luis Velarde

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