lunes, 27 de octubre de 2014

Todo lo que hace falta - Cristian Cano


Llovía como nunca. Agarró la botella con las dos manos y se arrimó a la vidriera para observar la calle. Era ella, estoy seguro. Los brillos que el empedrado soltaba recortaban como con tijeras las figuras grises de la gente. El trasfondo de la avenida era brumoso e inquietante, hasta que recordé que ella siempre estaba en ese café. Al momento olvidé todo, y entré. No miré las primeras mesas debido a un primer miedo irreconocible. No quería abruptos. La intriga me carcomió, pero insistí y me senté en la barra para pasar un rato. Mientras preparaban mi cortadito, aguardé su realidad extraña abrumar mis segundos. Y fue así, porque la botella golpeó la barra, muy cerca de mis manos. Le dije que me había parecido verla, y sonrió sin abrir los labios: esa mueca que se esquina en un costado de su cara, sin preocupación ni miedo a perder muchas veces.

Acerca del autor: Cristian Cano

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