martes, 27 de mayo de 2014

La lentitud y el alcohol – Héctor Ranea


Madame Hindira Chukwa se encontraría con Leonora Quelonei para ir a probar la nueva línea de aperitivos para el almuerzo, los diseñados por Clyde Oread en el bar Dodecaneso. Quelonei, como siempre, se veía a lo lejos venir sin pudor y con un retraso considerable. Rozagante, envuelta en sus vestidos caros y transparentes sonriente y despampanante, pero sin la finura de Hindira, parecía resbalarle la mirada de atención por la tardanza que le echaba su amiga.
—Tal vez ya nos perdimos seis o siete muestras de tragos —le reprochó Hindira.
—No importa —dijo Quelonei—, conozco al bartender, nos dará repeticiones. Es del mismo pueblo que Clyde y prima mía muy lejana,
—¿Cómo se llama?
—Orazia Eco.
Allá fueron las dos, tarde y caminando orgullosamente lentas. Cuando llegaron, a Eco casi le da un ataque porque casi estaba cerrando el bar y, con mucha rabia, empezó a reprogramar los tragos, pues su casi prima y la amiga estaban demasiado buenas como para no intentar algo. “Después de todo, la noche es joven aún” —pensó.

Sobre el autor\:
Héctor Ranea

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