viernes, 4 de abril de 2014

El puente - Jesús Ademir Morales Rojas



El Che Guevara guardó su pipa, y fue con Pedro Infante hacia el puente. En el rojocielo las esferas sollozaban. Y las fauces del firmamento sonreían.
—No te pierdas— solicita Frida. Y a continuación se encoge en su silla de ruedas y se cubre el rostro con las manos. Hitler la consoló, besándole las negras trenzas.
Neruda había aguardado a sus compañeros, tras indicarles el momento para intentar cruzar el puente, hacia la otra orilla del precipicio, en donde sólo eran verdinieblas.
Cuando habían avanzado la mitad, las esferas en el cielo principiaron a rozarse, humedecerse, y asperjar la arenazul infinita del lugar, con humeácido.
Las fauces del firmamento se abrían. Pedro Infante agitó el charrombrero a sus compañeros advirtiéndoles.
El puente se contraía cual lengua de mariposa inmensa.
Presto regresan, pero en un instante Neruda y Pedro Infante cayeron a las tinieblas. Casi al llegar, el Che Guevara tendió la mano a Hitler, pero el peso del revolucionario hizo resbalar a Adolf y juntos se precipitaron al vacío.
En el cielo, las trémulas fauces vomitaron varias bolsas de líquido ambarino.
Al caer reventaron y de la viscosidad se incorporó un nuevo Che, otro Neruda y un Pedro Infante.
Se acercan entonces a Frida (al precipicio). Las esferas levitan calmas, sollozando. El puente se extiende con delectación. La boca en lo alto, se cierra. Dientes.
(…Frida retira las manos del rostro y musita entre lágrimas-sonriendo-despiadada…)
—No te pierdas…

Sobre el autor:  Jesús Ademir Morales Rojas

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