sábado, 18 de enero de 2014

Antes de las siete - Pablo Roset


A las seis de la tarde en punto, “El Negro” Osorio entró a la autopista al norte. Obsesivo, puso el cuentakilómetros en cero y el regulador de velocidad en 100. Si no había inconvenientes, antes de las siete llegaría a destino. Conocía el paisaje, lo recorría tres veces al mes. Por eso le dio play a su música rutera y se acomodó en la butaca. No había otros autos. Aun así, cada tanto controlaba tablero y camino. Se alegró de ver pasar el mojón de los 25 km a las seis y cuarto, y le sonrió con suficiencia al Gauchito Gil cuando cruzó el mojón 50 a las seis y media. Pronto caería la noche.
Minutos más tarde se enderezó en la butaca al notar que el mojón del cruce con la ruta 47 decía 40 en vez de 60. —Nunca falta un gracioso —pensó, y diez kilómetros más allá, el mojón de la garita abandonada lo obligó a apagar el estéreo. —¡Treinta! —gritó. Decidió volver al sur en el retorno. El tablero marcaba las siete menos cuarto.
Detuvo el Audi en el santuario del Gauchito, donde ahora eran las seis y media y el mojón decía 10. Con indignación en el entrecejo, Osorio maldijo la falla espacio-temporal. Rezó un padrenuestro apurado y otra vez pegó la vuelta hacia el norte. A las siete menos veinte, en el mojón cero, el Negro encendió las bajas y escapó de la autopista por la ruta 47.
Habían dado las cinco y cuarto de la tarde cuando en la puerta de su casa leyó 127 en el cuentakilómetros. Los vecinos que mateaban a oscuras en la vereda percibieron algo raro en él. Los ignoró. Deambuló por el living casi hasta el mediodía, cuando, exhausto, se fue a dormir. Era noche cerrada y las estrellas brillaban como nunca.


Acerca del autor: Pablo Roset

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