martes, 17 de diciembre de 2013

Ictificación de los Doce de Triana - Daniel Alcoba


Doce niños de entre siete y diez años celebraban el Día del Ser Andaluz en la Isla de la Cartuja de Sevilla, bien pegados a la orilla del Guadalquivir, después que el maestro payo y miembro de la comisión directiva del Real Betis Balompié citara las líneas más famosas del poeta Jorge Manrique a la gloria del maese don Rodrigo, su padre, o sea que Nuestras vidas son los ríos/ que van a dar en la mar, en referencia a dicho al-wadi que corría frente a ellos, amarillo y caliente como un plato de sopa, pero que de todas maneras da en la mar como sucede casi siempre con todos los ríos –a excepción del Jordán y otros pocos–, a menos que los animales, la gente y la tierra seca no se los beban antes o los acabe la gran evaporación que coincide con el sonido de la quinta trompeta. Uno de los mayores (once años recién cumplidos) gritó:

¡Este río es nuestra vida,
que he de vivir a la vez
siendo humano, como pez!

Y sin más se quitó camiseta, pantalones, sandalias y en menos de lo que se tarda en decirlo se zambulló en el río, y otros once con él, o más bien siguiéndole, que se alejaron cauce abajo a velocidad de nuevo récord del mundo en los mil quinientos libres.
¡Joder cómo nadan estos churumbeles, cuantas medallas de oro, qué equipo de water polo podremos tener en el Real Betis Balompié! pensaba el maestro, mientras daba voces desde la costa, junto a un buen número de madres entre asustadas y estupefactas. Pero los niños no volvieron jamás, para desesperación de ma(d)res y pa(d)res que de tanto en tanto, cuando hay mar calma, los llaman dando voces acordadas con gritos a veces convertidos en cantes, por las costas de Huelva:

¡Ay mi niño, ay mi niño,
ay el niño mío!
que gritó ¡es mi ví(d)a!
y se tiró al río!

Cuando las chicas y chicos del éxodo marino, hoy ya en edad de transición a tritones, sirenas, delfines, atunes, o vaya uno a saber qué, puesto que no se dejan auscultar por los biólogos marinos ni tampoco por los terrestres, y ni siquiera se muestran a las cámaras, responden con otro cante de intención, se genera la sirenía, nuevo palo al alimón, de cantaor o cantaora terrícola con niño pez, o sirena, –que había siete chicas y cinco chicos¬ en la mar–. Ictiosevillanos flamencos o flamenquizantes, que según dicen los marineros y pescadores, enloquecen a los seres humanos embarcados con sus cantes. Sin embargo, las autoridades de la CEE y los gobiernos nacionales –incluido el autonómico andaluz–, ocultaron el hecho disfrazándolo de mitología gitana. Puesto que la historia se convirtió en motivo de cante, en tema recurrente de sevillanas, y otros palos más jondos, los medios de comunicación consiguieron disfrazar de leyenda flamenca un acontecimiento que alarma a los medios científicos como a los servicios de seguridad, aunque exalte a los flamencos, como se advierte en la copla de la Niña de las Marismas:

¡Qué decisión soberana
Inspiró el Guadalquivir!
Doce niños de Triana
Que para no malvivir
Se fueron al mar materno
Porque la tierra es infierno.

Tangos cantan, y alegrías,
Dan palmas los churumbeles,
Nadando por bulerías
Entre atunes y jureles (...)

Acerca del autor:   Daniel Alcoba

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