jueves, 12 de septiembre de 2013

El ponderado sortilegio del burócrata - José Luis Velarde


El hombre arroja las alpargatas contra el televisor donde rebotan sin causar daño. Son esponjosas como los cimientos de su empleo. Le enoja no haber lanzado un objeto contundente como el cenicero de vidrio, pero más le disgusta la pasividad exhibida en la oficina. Aquí como allá hizo falta ser más autoritario que político. Si es que pudiera compararse el miedo de romper la pantalla con los trucos de un negociante acostumbrado a salir bien librado como los gatos al caer. Se pregunta si vale la pena formular una estrategia que le permita sobrevivir al jefe autoritario y al turbio ambiente que emana de cada archivo circulante en el trabajo.
Se plantea una serie de asuntos que debe someter a revisión. Son quince. Le parecen demasiados. Pospone el análisis para dentro de quince días. Así podrá analizarlos de uno por uno sin la precipitación que ahora le acongoja. Toma un baño con agua caliente y se va a dormir.
La esposa ni siquiera nota el arribo a la cama.
El hombre despierta a las tres de la mañana. El insomnio como siempre. Decide aprovecharlo para organizar la manera en que va a enfrentar sus problemas. Reflexiona. Antes de los quince días sugeridos se reunirá con su mujer y algunos familiares cercanos. Así, entre todos, podrán elegir los cinco puntos más importantes para consolidarse en el empleo.
Ya definidos en orden de prioridad podrá elaborar una guía que le permita orientarse. Definir protocolos, someterlos a revisión. Darles seguimiento hasta llegar a la parte operativa que le permita reubicarse en cada aspecto de la situación ahora insostenible. Un proyecto como el que elabora le tomará tiempo, quizá no más de seis meses, pero se siente prolífico. Un generador de ideas en pleno trabajo creativo.
Planeación, organización, integración, dirección y control son elementos que como buen administrador reinventa en cada crisis.
—No hay vicisitud invencible ante una buena estrategia —exclama.
Bosteza a las tres quince de la mañana.
Se siente más tranquilo, pues ahora enfrenta sus problemas mediante los recursos aprendidos en treinta años de trabajar como burócrata de medio pelo.
Cierra los ojos mientras piensa que quizá sea buena idea alargar el plazo. Seis meses pasan volando, además ya se aproximan las vacaciones de verano. Bienvenidas, pero no bien concluyen cuando las personas comienzan a pensar en las fiestas navideñas. Le mortifica pensar que en esas fechas es difícil echar a andar maquinaria alguna, pero bien sabe que sólo necesita tiempo para armar un buen proyecto.
Ronca.
La esposa despierta para darle una cachetada.
El hombre se adentra en la burocracia y duerme tras encontrar el silencio.

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José Luis Velarde

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