lunes, 14 de enero de 2013

No me quiere, me quiere – Alejandro Bentivoglio y Carlos Enrique Saldivar


Alexandra no me quiere, pero en el fondo es porque me quiere. Lo puedo adivinar perfectamente. La orden de restricción, ¿no es acaso una muestra de lo mucho que le importa mi presencia? Incluso un móvil policial vigila su casa para asegurarse de que yo estoy por ahí, acechando con la pasión de quien sabe que el amor hay que mantenerlo a toda cosa para que no se consuma en el olvido. Sé que lo correcto es evadir a los guardianes de la ley, penetrar en su vivienda, en su habitación y hablar con ella. Pongo en marcha mi plan y lo consigo. Sin embargo, al llegar a su recámara lo último en lo que pienso es en charlar, le tapo la boca, le doy un puñete, le arranco el camisón y la fuerzo a hacer el amor. Ella, aunque demuestra que no quiere, lo quiere. Lo sé, rechaza con fiereza mis maltratos. Cuando termino, decido estrangularla. Así será mía por siempre, nunca me abandonará. Morirá por mí, porque me quiere. Sus ojos se abren con fuerza, se relaja, sonríe, me dice que he sido su mejor macho, que me adora, que desea amanecer a mi lado, que no la mate pues quiere pasar más noches conmigo. No sé qué decir, me siento en la cama y miro a la pared. Ella me abraza, me besa, sabe a azúcar, a sal, a agua. Su madre entra de improviso y nos ve, comienza a gritar y sale despavorida de la residencia. No reacciono. ¿Por qué, Alexandra? Dejo que me arresten, que me conduzcan a la comisaria, que me encierren. Lloro, grito, me desvanezco de dolor, ya no deseo vivir. Mi hermosa Alexandra. Me quieres. Sí, en verdad me quieres. Pero en el fondo es porque no me quieres.

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