sábado, 25 de agosto de 2012

Versión libre del “Cantar…” - Claudio G. del Castillo


–¿Cómo es él? ¿En qué lugar se enamoró de ti? –preguntó papá Dragón a mamá Dragón. Preguntas estas que, dicho sea de paso, consideraba retóricas pues bien sabía él las respuestas.
Debió de ocurrir meses atrás, en el tour por aquella pradera africana de trascendencia ecológica que no recordaba. Habían tenido por guía a un pajarraco estrambótico (muy dicharachero y simpático, eso sí), de patas y cuello largos como juncos; y tan feo como la mínima copia que ahora asomaba la cabeza por la abertura del cascarón.
Mamá Dragón se limitó a esconder el hocico bajo un ala, visiblemente abochornada. Papá Dragón frunció el entrecejo y quiso preguntar aún: “¿A qué dedica el tiempo libre?”, pero cuando miró al ser que piaba lastimero en el nido, intuyó que la respuesta le iba a doler.
–Vete y no regreses jamás –dijo por fin.
Solo cuando mamá Dragón abandonó la cueva, papá Dragón inspeccionó en detalle a su querubín.
–Hijo mío… porque te llamaré mi hijo; que ya veré yo cómo le explico esto a los Nibelungos… en verdad eres horrible, careces de escamas, presumo que no podrás ni volar y es obvio –aquí le abrió el pico al polluelo con la punta de una garra– que no heredaste el Fuego Interior de tu madre –y aquí el doble sentido involuntario casi lo hizo engullir a la cría de puro furor–; pero sangre de Dragón tienes, y como Dragón mereces un nombre y el honor de custodiar el valioso tesoro que con tanto esmero he reunido. Por mi parte, Fafnir… porque Fafnir será tu nombre… me marcho a la Cochinchina a visitar a mi primo, que esta vergüenza no la sufro yo en casa. No me esperes antes de Nochevieja. Y reza para que Sigfrido no se entere de cómo van las cosas por acá, o lo lamentarás. Si conoceré yo a ese charlatán… ¿Te imaginas que sedujo a la frágil Brunilda a sopapo limpio, para luego jactarse por ahí de haber vencido a una princesa guerrera? Ponle el cuño a que no perderá la ocasión de engordar su popularidad matando un Dragón a patadas. ¿Moraleja?: no te angusties con lo del tesoro y, si aparece Sigfrido, corre como el demonio, que eso sí que podrás hacerlo –dicho esto, besó a su pequeñuelo y se largó.

Acerca del autor:
Claudio G. del Castillo

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