martes, 21 de agosto de 2012

La leyenda del hombre amantísimo - Daniel Frini


Cuentan los viejos de mi pueblo que en la sierra había un hombre que amaba a su familia como nadie, nunca, entendió el amor.
Cierto día, cuando sus hijos eran aún niños tuvo una visión: el llanto desconsolado de ellos velando su cadáver, y a su mujer dejándose morir de tristeza. Con el corazón estrujado por el dolor, supo qué debía hacer. En los años que siguieron se dedicó a la bebida, al juego y a las mujeres de la vida; gastó su dinero en lujos mientras los suyos pasaban hambre; faltó a cumpleaños y aniversarios, olvidó navidades y pasó cada noche vieja con una amante distinta y en su propia casa; mezquinó luces y comodidades y evitó, aduciendo avaricias de todo tipo, que hubiera calor en los inviernos. Soportó gritos y golpes retrucando con sonrisas sarcásticas; cultivó amistades entre sujetos olvidables y se arriesgó en dominios del hampa dilapidando pequeñas fortunas y obligando, más de una vez, a su mujer e hijos a dormir en sucios hoteles y aguantaderos por haber perdido casa y bienes.
Viejo de años y sabedor de que el fin estaba cerca buscó la wiskería más sucia y a la mujer más enferma y pasó días enteros con ella. Murió sobre la puta, que se pagó sus servicios con los últimos billetes que tenía el muerto.
No dejó nada en herencia para los suyos que lo enterraron en cajón barato y sin bendición del cura y sin velarlo.
Tanto amó el hombre a los suyos que, por amor, se hizo odiar. Así fue como triunfó y les evitó la pena de su partida. Pronto fue olvidado. Nadie recuerda su nombre y, menos aún, dónde fue enterrado.


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