sábado, 14 de enero de 2012

Mis allegados - Rafael Blanco Vázquez


Por un lado está Juan Luis, que se pasa el día follando. Es un tipo de los que a mí me gustan, errático, simpático y carismático. Pero cometí el error de presentarle a mi madre. Se la folló inmediatamente. En fin, no se lo tengo en cuenta, sobre todo porque mi madre andaba más bien necesitada, con la cosa de la menopausia.Luego está Silvia, que también arrambla con todo, venga a follar. Es una tía como a mí me gusta, discreta pero sin bragas, o al revés. Y bueno, también cometí el error de presentarle a mi padre, si es que no aprendo. Eso sí, a ella sí se lo tengo en cuenta, que mi padre es un tipo sensible y desde entonces se pasa el día llorando por las esquinas.Y mira que me lo veía venir. Mi padre se pasea desnudo por la casa, de modo que Silvia, nada más entrar y verle la churra, no se pudo resistir y se la metió en la boca (hay que decir que la churra de mi padre está para comérsela). En cuanto vi que el muy inconsciente le abría las patas a la muy guarra, se lo dije:
—Papá, ni se te ocurra metérselo que te conozco.
—Metérsela, niño, se dice metérsela.
—¿Que no me puedo referir al cipote?
—Cállate ya, coño. Mira y aprende.
Y la verdad es que no se manejó nada mal. Con ritmo, con paciencia, con mucha sabiduría. Pero yo no podía dejar de pensar en las consecuencias. Que es que la gente lo ve todo muy fácil, sobre todo estos amigos errabundos que me han tocado en suerte:
—Errar sin objetivos, chaval, ésa es la sal de la vida –le gusta repetirme a Juan Luis.
—Con el coño en bandolera –es el lema de Silvia.
Y a mí me parece muy bien todo eso del errar sin objetivos. Pero luego el que tiene que apechugar y tragarse los llantos de mi padre soy yo. ¿Acaso está ahí Silvia para limpiarle los mocos? ¿Acaso está ahí Juan Luis para decirle venga, machote, ahora te presento yo a otra amiga con el chumino bien jugosito? No. Silvia y Juan Luis están por ahí comiendo pelo sin reparar en daños mortales.Estamos solos en esta vida, es un hecho. ¿Quién me comprende a mí? ¿Quién me ayuda a mí? Mis hermanas desde luego que no, que también son más guarras que la Potota. Y mis padres ni te cuento. A mi madre, por ejemplo, le ha dado por referirles a sus amigas durante el té de las cinco que tengo un amigo con una polla que ya quisiera yo. Y es lo que yo le digo:
—Mamá, por Dios, que yo tampoco lo tengo tan chico. Lo único que pasa es que soy tímido.
—Tan chica, niño, se dice tan chica.
—¿Que no me puedo referir al pirindolo?
—Ay, hijas, de verdad –les dice a sus amigas haciendo una mueca de disgusto–, qué porquería de hijo me ha dado el Señor.
Y yo hago como si nada porque sé que no lo dice con mala intención y que en el fondo me quiere. Como mi padre, cuando lo estoy consolando y le dan esos ataques de ira y me hincha la cara a hostias. El pobre no lo hace con maldad, es que la Silvia es una pécora que no se da cuenta de las cosas.
Yo no sé por qué les cuento todo esto, pero me estoy desahogando y eso es importante. Por cierto, me llamo Antonio y tengo 37 años. Podría llamarme Emilio y tener 42, pero no, esa angustia ya la he superado. La gente dice que soy feúcho, aunque yo me miro al espejo y me veo guapote. No sé. ¿Tienen razón ellos? ¿Tengo razón yo? ¿Tiene alguien razón en esta vida que nos ha tocado vivir? ¿Tiene algún sentido la palabra razón en este mundo de pollas tiesas y coños húmedos, todo el día pimpán dale que te pego toma que toma triqui triqui chof chof? Juan Luis siempre me dice que si sigo siendo tan tímido nunca dejaré de tenerla pequeña. ¿Pero cómo se lucha contra la timidez? ¿Podría él volverse tímido? En fin, qué se le va a hacer. Las cosas son lo que son y no hay más. Así que nada. Mi madre seguirá lamentándose por no tener un hijo como Dios manda, mi padre seguirá con su sensibilidad a flor de piel, Silvia y Juan Luis seguirán follando sin discriminaciones y yo seguiré con esta idea que se me ha metido en la cabeza de leerme todos los buenos libros que existen. Sabiendo que moriré en el intento.


Acerca del autor:
Rafael Blanco Vázquez

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