sábado, 19 de noviembre de 2011

Competencia – Ricardo Giorno


—¡He descubierto un nuevo adversario!
Natura está furiosa y desolada. En los últimos tiempos se le han multiplicado los enemigos. Piensa cada vez más en los recién llegados al barrio, que ella tiene por dominio.
—Siempre aparece uno nuevo, no me dan respiro –dice en voz alta.
Pensando, meditando, decide dar nuevas oportunidades a esos vecinos. Quizás ellos no tuviesen la culpa. Llama por los canales ordinarios al Almirante Clim y al General Spora.
—Quiero –les dice Natura— que me presten un servicio muy particular e importante.
—Usted ordene que nosotros estamos para servirle.

* * *
En una sala de espera amplia y luminosa, Susana aguarda, impaciente, junto al primer y único hijo. Se encuentra nerviosa, considera que ese estado de ánimo es fruto de su inexperiencia como madre.
Desde la puerta recién entreabierta, una hermosa joven enfundada en un impecable uniforme blanco vocea un nombre, mirando sin mirar un punto lejano de la sala:
—¡Señora de Roccagliola! -la voz se alza imperativa, conocedora que es a ella a la que todos aguardan.
Susana se levanta como un resorte. A pesar de que el pequeño puede caminar, lo alza, como si ese mecánico gesto pudiese resguardarlo del mundo exterior.
Es introducida a una habitación, ni pequeña ni grande, que hace las veces de un buen arreglado consultorio médico. En las paredes, magnos y pomposos títulos son expuestos. Aguardan a ser más admirados que leídos por la gente.

Es de noche, el señor Roccagliola llega al hogar. El preocupado rostro trata de parecer calmo, sin lograrlo. Un previo beso en la frente al hijo dormido, como preludio del tema a tratar.
—Susana, contáme.
—Bueno, Enrique, fui a ver a ver los resultados de los análisis de Pablito. Tiene un grave problema respiratorio producido por lo húmedo del clima y a la polución reinante. Me aconsejaron ir a un sitio seco y montañoso.
—Sí, ya me lo esperaba. Por suerte hemos ahorrado lo suficiente como para un retiro digno. Mañana mismo renunciaré a la empresa.
En efecto, al otro día, un telegrama de renuncia del señor Roccagliola es recibido en la mesa de entrada de la compañía. Los dueños deberán reemplazar el vacante cargo de Jefe de la División de Control Genético.
Aunque no lo dicen, el Directorio en pleno sabe muy bien que será imposible conseguir otro Enrique Roccagliola.

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