lunes, 10 de octubre de 2011

El chanchito práctico - Saurio


Por fin había llegado el gran día. Después de semanas de ensayos, de haber pulido al máximo su discurso y su actuación, iría al encuentro de esos tres chanchitos que recientemente se habían instalado en el bosque. Iba a ser su opus máximo, de eso el lobo no tenía ninguna duda.
Con el ego henchido de gozo se dirigió hacia donde el primer chanchito había construido su casa con paja. “El timing lo es todo”, dijo en voz alta, para que lo escucharan los otros animales del bosque, “empezar con algo modesto pero interesante, como para captar la atención del público; después levantar la apuesta con una prueba un poco más difícil y finalizar el acto con una hazaña que los deje a todos boquiabiertos, aplaudiendo de pie y pidiendo por más”.
Encontrar la casa de paja destruida y un reguero de sangre que se alejaba fue un golpe muy duro para su autoestima. ¡Alguien se le había adelantado! ¡No podía ser! Si él había planeado todo con sumo cuidado, había descartado posibles competidores entre los depredadores de la zona, no había posibilidad de fallar...
Apuró su paso hacia la casa del segundo chanchito, el que había usado ramas para construirla. Tal vez, tal vez, tal vez llegase a tiempo, tal vez lo del primer chanchito fue sólo una casualidad, al fin y al cabo, era presa fácil, ¿a quién se le ocurre hacer una casa sólo con paja, eh?
Pero, ¡ay!, también de la casa del segundo chanchito quedaban ramas desperdigadas por el piso, y un reguero de sangre que se perdía entre los arbustos.
Desesperado, corrió hasta la casa de ladrillos del tercer chanchito. Grande fue su alivio cuando la encontró aún de pie y con luces en su interior. Incluso vio la silueta del chanchito detrás de una de las cortinas. “Bue, no será como me lo había imaginado, se arruinó todo el clima, pero algo es algo. Al menos el honor está a salvo”.
Así que inspiró hondo, cruzó los dedos, se autodeseó merde y exclamó:
—¡Cerdito, ábreme la puerta! Pues si no me abres... ¡Soplaré y soplaré y la casita derribaré!
Y estaba llenando sus pulmones de aire cuando sintió el frío del metal en su nuca.
— Largá el aire despacito y no hagas movimientos bruscos o te vuelo los sesos.— El lobo obedeció. Sabía identificar cuando era en serio una amenaza. —Vamos adentro y no intentes nada estúpido.
Ya dentro de la casa el tercer chanchito lo obligó a sentarse en una silla.
— La cosa es simple: en este bosque los dos seres más poderosos somos vos y yo. Podemos trenzarnos en una competencia para ver quién la tiene más larga y, como verás— el chanchito palmeó la AK-47 con la que apuntaba al lobo —el que la tiene más larga soy yo. O podemos unir fuerzas, afianzarnos en el territorio y luego extender nuestro imperio criminal a las comarcas cercanas. Y para que veas mi buena voluntad, un obsequio sin ningún compromiso.
El chanchito abrió un enorme refrigerador donde colgaban los cadáveres de sus dos hermanos y miró al lobo.
—Bueno, vos dirás.
“No cabe duda”, pensó el lobo, “realmente este es el chanchito práctico”
—Creo que este es el comienzo de una bella amistad— dijo.

1 comentario:

Ogui dijo...

Con hermanitos así, ¿quién quiere ser un chanchito y que lo sacrifiquen en medio del bosque? Buen clima, Saurio, y no porque no llueva...