sábado, 24 de abril de 2010

Tres minutos - Víctor Lorenzo Cinca


Hace ya dos semanas que no nos vemos. Sube todos los días, a las siete y media de la mañana, a este vagón y se sienta siempre en el mismo lugar, a mi lado, junto a la ventana. Cuando llega su parada y baja al andén, yo me quedo aquí, invisible de nuevo, deseando que llegue la mañana siguiente para volver a encontrarnos. Es un chico muy tímido. Le gusta, como a mí, ampararse cada día en un libro -siempre distinto- y perderse entre sus páginas durante el trayecto. Pero hace ya dos semanas que no aparece. Ustedes se reirán, pero sin él yo no soy nadie. Jamás me ha dirigido la palabra, pero su mirada delata que ese silencio se debe a la incómoda presencia de los demás viajeros, que si no hubiera nadie más en este vagón, aparte de él y yo, se atrevería a hablar conmigo. Debo reconocer que algo parecido me sucede a mí. La lectura lo mantiene atrapado durante la media hora que dura el trayecto. Sólo aparta sus ojos del libro durante los escasos tres minutos en los que el tren se adentra en el túnel y la ventana lateral se transforma en un espejo. En ese momento él se mira -¿me mira?- y es entonces, únicamente durante esos tres minutos, cuando me siento vivo. Hace ya dos semanas que no sube a este vagón. Yo no me canso de esperarle; mi existencia sin él carece de sentido. Es el único que parece advertir que yo también viajo en ese tren, que soy alguien. Me horroriza imaginar que no volverá a subir a este vagón, que jamás, durante los tres minutos en los que el cristal que nos separa se convierte en espejo, volverá a mirarme, a mí, a su propio reflejo.


Tomado de Realidades para Lelos

1 comentario:

Buscas Libros.com dijo...

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