martes, 24 de noviembre de 2009

Medium 2 - Leandro Javier Oyola



Siento el desgarro. A menudo deseo repararlo, volver a encontrar a viejos amigos que vaya a saber por qué mecanismo de la existencia se han evaporado. Me gustaría llamarlos, pero ni siquiera sé sus teléfonos. Entonces termino, como todos los demás, en el sótano de la casa del Ruso escuchando música y mirando la foto de Triny y la tortuguita. Luego canto, cuando llega la hora del ensayo, no le pido disculpas a la “música” y emito unos vozarrones desafinados que mezclados con la batería, el bajo y la guitarra se disimulan en forma implacable haciéndome un “exitoso” entre los míos, pero también, un ignoto en el mundo que está fuera del sótano.

Explico. No se trataba de ser famosos y exitosos. No se trataba de caminar triunfantes con cabezas a la rastra de nuestros enemigos. Se trataba de no asumir las responsabilidades propias de los hombres. Teníamos una fundamentación hecha a nuestra carta. Ni yo, ni nadie de nosotros, había solicitado nacer, nadie había elegido esta existencia extraña. Por qué motivos íbamos a hacernos responsables de ella. ¿Yo había elegido ser yo? ¿Vos habías elegido ser vos?
Por eso, ya no seríamos nosotros. Apenas nos íbamos a conformar con ser algo distinto. Un grupo de ruidosos que tenía una banda de rock.

A mí, como me gustaba escribir, por esa selección natural que se ejerció en el grupo me tocó hacer esas espantosas y temibles letras. De otro modo, ¿cómo sobrevivir?. El que no tocaba un instrumento debía hacer algo. Yo escribí por que me venían imágenes a la cabeza, catastróficas y poco amigables. Justo lo que necesitábamos: El estilo del odio, ahí nomás, en mi propio pensamiento.

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