domingo, 11 de octubre de 2009

El cubo – Sergio Gaut vel Hartman


Estoy prisionero. La habitación, un cubo perfecto, está sumida en la más profunda oscuridad. No recuerdo cómo llegué hasta este lugar y nada sé de mis captores. Lo único evidente es que el cubo no tiene paredes, ni techo ni piso; sólo hay puertas, treinta y seis puertas en cada cara del cubo. Doscientas dieciséis puertas y una llave. Una de las doscientas dieciséis puertas puede (debe) ser abierta por esa llave, pero no tengo la menor idea de cuál de ellas, y tampoco sé qué ocurrirá cuando la abra. ¿Caeré al vacío y flotaré para siempre en el espacio? ¿Iré a parar a otro cubo idéntico? ¿Desembocaré en un pasillo que lleva a la salida? Hace horas (digo "horas" por usar una unidad de tiempo convencional; no sé cuánto hace que estoy en esta habitación) que reflexiono, tomo una decisión, la descarto y vuelvo a empezar. Tal vez la llave sea una burla cruel y sirva para abrir cualquier puerta pero, al mismo tiempo, es posible que cualquier puerta sea mi perdición, una trampa mortal. Uso el cerebro para imaginar una salida alternativa y se me ocurre algo que podría resultar fructífero: no usaré la llave. Pienso que, una vez más, voy a la casa de Margarita, la mujer que me cerró la puerta en las narices. Fui cientos de veces (doscientas quince veces), a la casa de Margarita y todas esas veces besé la cerradura. O sea que esto es una metáfora, me digo. O sea que cualquiera de estas puertas es la número doscientos dieciséis. Bien: asumo el riesgo. Arrojo la llave por encima de mi hombro y acerco los nudillos a la madera, dispuesto a besar la cerradura una vez más. Cierro los ojos, pero antes de que el golpe se haga efectivo, la puerta se abre chirriando, y antes de que me atreva a abrirlos, los labios de Margarita se posan en los míos.

1 comentario:

manu dijo...

Este relato me gustó en especial, tiene algo diferente que le hacer un poco mejor de los demás (en mi opinión, claro)
seguid así ;)

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