miércoles, 17 de junio de 2009

Reflejos - Fabián C. Casas


El mar allá abajo refleja el sol de la mañana. Taon Poro se viste solamente con sus pantalones de caballero, se ajusta el sable de luz a la cintura y sale de la cueva. Necesita anzuelos y algo de comida. Baja del acantilado y camina por la playa, hacia la construcción de madera en lo alto de la duna. Es un mercadito playero, atendido por Kurtis Fran, el despreciable vecino de Taon Poro. Kurtis atiende amablemente a los turistas y dedica un especial respeto al caballero Poro; pero durante los terribles años de la dictadura, fue un activo colaborador de los perseguidores. Nunca se supo qué pasó con los Jedis de la comarca, secuestrados por el ejército imperial. Taon Poro era un niño en aquel entonces. Un día llegaron los tópteros de batalla y se llevaron a los prisioneros, mientras Kurtis miraba sonriente. Hoy Kurtis luce extraño. No parece ya el vecino servicial que se desvive por abrirle la puerta al respetable caballero.
Kurtis espera cruzado de brazos, parado sobre el tablado.
Sonríe, y sus dientes de oro mastican un rayo de sol hasta devorarlo. Se oye la radio del local: "Comunicado número uno..." Taon Poro extrae entonces su sable. Lo enciende y corta por la mitad a Kurtis Fran, cuyo cuerpo cae como ropa sucia sobre las tablas deslustradas.
Taon Poro se sirve unos anzuelos y un pan. Entonces emprende el regreso al acantilado. Tiene mucho por hacer antes de que lleguen los tópteros.

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