jueves, 28 de mayo de 2009

Macedónico – Francisco Costantini


Un Lector, que pasaba por aquí y se dio cuenta de que esto era cuento —tan evidente resultaba para cualquiera—, decidió quedarse. Se sentó en un rincón a esperar, porque estaba convencidísimo de que algo sucedería. “Si esto es un relato —reflexionaba para sí— algo estará por pasar. Ya lo decía Poe, también Quiroga, si hasta Borges lo respetó: el cuento debe tener una introducción, un nudo y un desenlace, su esencia es la acción”. Y entonces se mantuvo esperando un buen rato, hasta el punto en que comenzó a perder la paciencia. “No puedo creer que en este cuento no pase nada. ¿Será, acaso, que el autor se olvidó de escribirlo?”. Atribulado por esta duda, comenzó a vociferar:
—¡Autor! ¡Autor! ¡Autor! ¡Autor!...
Y así hubiera estado toda la vida, si no fuera porque al Autor le llamó muchísimo la atención que un texto suyo tuviera Lector, cosa que jamás creyó posible, lo cual lo decidió a acercarse hasta aquí.
—¿Qué ocurre? —interrogó, sin mostrarse.
El Lector oyó una voz que resonaba por todas las aristas del cuento y la piel se le erizó. Sin embargo, recordando por qué estaba en este sitio, se armó de coraje y explicó:
—¿Que qué ocurre? —Se llevó las manos a la cintura—. Hace rato que estoy acá esperando que ocurra algo y nada. Absolutamente nada.
—Está bien —dijo el Autor—. Este no es cuento donde tengan que andar pasando cosas.
El otro emitió una breve pero explosiva carcajada.
—¿Pero dónde se ha visto eso? —preguntó después—. Un cuento donde nada ocurre, no es cuento.
El Autor no cabía en sí. ¿Quién se creía este Lector para andar diciéndole a él lo que tenía que hacer? Se lo dijo.
—¿Quién te creés que sos para andar diciéndome lo que tengo que hacer? ¿Eh?
—¿Quién? —Sacó pecho—. El Lector, la razón misma por la que vos, Autor, escribís. Y por eso te reclamo enmiendes este relato.
Hubo un silencio en el que el Autor se dedicó a pensar. Entonces habló:
—Bien. Querés que ocurra algo, algo ocurrirá.
Fue el momento en que el Lector vio un pulgar gigante que descendía directo sobre su existencia. Trató de huir, pero el cuento era —y sigue siéndolo, como ven— tan estrecho que no había dónde ir. Al final el dedo lo alcanzó y lo aplastó contra el suelo. Del Lector no quedó más que una mancha roja e informe.
El Autor limpió su dedo con un pedazo de papel de otro cuento tan descartable como éste, y se sintió satisfecho. El cuento le seguía gustando tal y como estaba, pero para evitar futuros inconvenientes, pegó en la puerta del mismo un cartelito en que aún puede leerse: “Prohibido pasar. Este cuento no admite lectores. El Autor.”

4 comentarios:

jose rasero dijo...

Me encantó. ¿Cómo lo llamaríamos? ¿Un metacuento?, no sé, ya que el cuento tiene que llegar a alguna meta ¿no?
Saludos

Nanim Rekacz dijo...

Es que ese cuento estaba aún en pañales... seguro que ese lector era un espía, un amante curioso, una esposa que se creía engañada.

Francisco Costantini dijo...

¡Cuidado! ¡Ya se están pareciendo al Lector del cuento!

Je je.

Annie dijo...

¡Autor!¡Autor! Yo no tengo quejas!
¡Le juro que pasé de casualidad! (¿O era de causalidad?)
Bueno para el caso es lo mismo...

ME ENCANTÓ

Besotes